En pleno siglo XXI podríamos afirmar que los monstruos “son otros”. Esto podría parecer una frase hecha, si no fuera porque realmente lo que se esconde detrás es la propia esencia del miedo, el dolor provocado por el ser humano. Ningún monstruo construido desde la literatura, podrá saltar nunca desde el plano de la ficción y arrebatarnos lo que más queremos. Hoy los monstruos son otros y suelen habitar en despachos muy lujosos, donde esperan nuestra alienación, mientras planean las injusticias del mundo y toman decisiones que solo benefician a pequeñas minorías. Eso si que es hablar de miedo, eso si que da puro terror.
Ahondando en el concepto de monstruosidad o los monstruoso, desde un punto de vista literario o poético, no podemos hacer otra cosa que sentarnos, mirar y aprender. Porque a través de libros, cómic o películas hemos generado cultura para empatizar con esa figura aparentemente terrible, pero que guarda en sí toda la esencia y los secretos de la humanidad.
Fue en el año 1818 cuando una joven Mary Shelley escribe la primera novela gótica sobre el arquetipo de la creación de un monstruo a partir de restos humanos “Frankenstein o el moderno Prometeo” había llegado para quedarse en nuestro subconsciente para siempre. Un texto revolucionario, en cuanto a estilo y contenido, que se convertiría en un referente ineludible para futuras creaciones literarias y cinematográficas a lo largo de estos dos siglos. Una historia que marcaría para siempre la forma de abordar la moral, la ciencia, la creación y la destrucción de la vida, así como el atrevimiento del hombre por querer en ocasiones jugar a ser Dios. Precisamente de ese sentimiento de anhelo por querer aspirar a lo divino, procede la mención en el título original del libro al mito griego de Prometeo, un mito que nos relata la hazaña de un Titán amigo de los mortales que tras robar el fuego de los dioses para entregárselo a los hombres, fue sumido en un eterno castigo. Una hazaña que le constaría la expulsión del Olimpo, pero que le otorgaría para siempre la reputación entre los mortales.
A lo largo de estos dos siglos, la obra de Mary Shelley ha sido objeto de múltiples interpretaciones, en plena Revolución Industrial Frankenstein fue visto como un símbolo de la clase social oprimida, y en otras ocasiones como el resultado trágico del desarrollo de una tecnología incontrolada que busca crear vida artificial. Como héroe o como antagonista su figura ha sido referente e inspiración para crear un imaginario colectivo que afecta tanto a las artes como a las ciencias, y que nos hace cuestionarnos las luces y las sombras de la humanidad. Una criatura única, creada sin permiso y rechazada por su propio creador, que nos relata la historia de lo monstruoso como estigma de la diferencia. Por eso y tras 200 años desde la publicación de la novela, podemos afirmar que esta obra está de plena actualidad, ayudándonos a reflexionar como las sociedades contemporáneas y sus monstruos aún persiguen esa diferencia, en pos de una alienación, que nos llevará irremediablemente a la perdida de lo individual y por lo tanto a la perdida total del juicio crítico.
Eduardo Álvarez | Madrid | 31 de Octubre 2018