Si hay algún artista en la historia del arte del siglo XX, que merezca atención por su obra en cuanto a la vuelta de valores espirituales, filosóficos, antropológicos, o de comunicación plena con el entorno, no podríamos hablar de otro que no fuera el escultor alemán Hannsjörg Voht. Un artista introvertido, popular, esotérico y constructor de un nuevo mundo basado, en la creación, la soledad y la humanidad.
Frente a una contemporaneidad desbordada por el consumismo, y una excesivas industrialización de la sociedad, Hannsjörg Voht nos plantea un trabajo que se hermana con el paisaje y pone en valor el medio ambiente retomando la pureza de los valores inmateriales. Un trabajo complejo en cuanto a espacialidad y conceptualidad, ya que en ocasiones lleva el propio entorno o paisaje a la conciencia misma de su obra, siendo complicado a veces discernir entre símbolo, elemento natural y mero objeto.
Ciudad de Orión: 1998 -2003 Desierto de Marruecos, Llanura de Marha, Este proyecto trata de representar en la tierra las siete estrellas correspondientes a la constelación de Orión o también llamado cinturón de Orión. © Foto
Hannsjörg Voht nace en Alemania en 1940, sus inicios en el arte se limitan a pequeñas acuarelas y dibujos. Hijo de arquitecto siempre tuvo un gran interés por la obra en gran formato, desarrollando a partir de la década de los 60 un tipo de obra mucho más compleja. Después de viajar en su juventud por países como Turquia, Irán y Marruecos, Voht muestra un gran interés por estos países, eligiendo alguno de ellos para vivir temporadas y desarrollar su obra futura.
Hannsjörg Voht aprehendió el oficio de carpintero muy joven y finalmente estudió la carrera de diseño gráfico. Además de esta formación también se interesó por aprehender los oficios de herrero, cantero, e incluso obtuvo la formación necesaria para poder desarrollar trabajos de arquitectura.
Escalera Celeste : 1980 -1987 Desierto de Marruecos, Llanura de Marha , Escalera de barro en forma triangular. Esta obra también consta de un objeto de alas con plumas de hierro que se instala en la cima de la escalera. (Ícaro)
Es a través de la escultura o la arquitectura, como Voht desafía el mundo de la estética, dotando al paisaje de un nueva carga simbólica, recuperando así lo ritualístico, en pos de un crecimiento espiritual que engloba a toda la humanidad. Sus trabajos más allá de la funcionalidad de la arquitectura o de los límites de la escultura como objeto, transgrede todo percepción estética de obra de arte, para integrarse en el entorno y crear un nuevo paisaje simbólico. Un paisaje que nos habla de la realidad inmaterial, de las construcciones sin aparente finalidad o de una irremediable desaparición vital.
Viaje al Mar: 1976 -1978 Una figura de 20 metros de largo envuelta en sabanas blanca y atada con cuerdas es instalada en una balsa que recorre el Rim durante 10 días , pasando por Rotterdam hasta desembocar en el mar. La figura finalmente
fue incinerada encima de la balsa al llegar al mar. © Foto
Un arca, una sepultura, una pirámide, un cenotafio, formas que nos recuerdan a fragmentos de la historia, que vuelven a ser reinterpretados por Voht, para dotarlos de sentido en nuestra contemporaneidad. Son muchas las culturas de la antigüedad que construían su entorno de acuerdo a un orden cósmico, un orden establecido por el universo proporcionándoles así seguridad y orden vital.
El trabajo de Voht recurre precisamente a eso, a esa forma de concebir el entorno como un gran contenedor desde donde fraguar lo más trascendental de la vida, una lucha entre la utopía arcaica y poética o la realidad industrial y cotidiana. Tanto el arriba, el cosmos, como el abajo, la tierra, se convierten así en elementos fundamentales e igual de importantes para el escultor, elementos dotados de una fuerza innata que trasciende a todo y que le ayudan a explorar los paralelismos que existen entre el paisaje y la condición humana.
Eduardo Álvarez | Madrid | 27 de Noviembre 2018