En la década de los 70, el artista rumano Horia Damian, comienza a realizar una serie de obras que buscaban reencontrarse con las formas más primigenias y con algo que iba más allá de lo material. A través de la imitación de formas simples como la pirámide, el zigurat o la mastaba, este artista buscaba en la monumentalidad, una esencia perdida en el arte que le permitieran conectar con cierta armonía mística y universal. Damian, tenía claro que debía reinventar tanto el concepto de arte, como la relación de este con el público. Abandonando así la concepción de artista como genio, Damian creía que esa capacidad era intrínseca en todos nosotros. Todos podríamos ser genios.
Su obra, siempre buscando activar nuevos mundos de sensaciones y proponiendo la búsqueda de un ideal, toma cuerpo en su gran proyecto realizado en San Francisco en 1978, que a medio camino entre el arte visual y la arquitectura, llama al misticismo ateo y a una experiencia casi alquímica espacial, llevando al espectador a una pseudo transformación de los sentidos y de la propia observación.
La carrera artística de Horia Damian, es una historia de búsqueda y lucha por el reconocimiento, una historia que nos habla de constancia y de la necesidad intrínseca que siente cualquier creador para llegar a través de su obra a una realización personal y profunda. A lo largo de su trayectoria, vemos esa búsqueda por abandonar el papel del artista para tomar uno más complejo, convirtiéndose en un simple medio para comunicar cómo lo universal es la esencia misma de toda individualidad. Partir de lo “macro", para llegar a conectar con lo "micro" y no al contrario, abandonando así esa concepción del artista que dominó gran parte del siglo XX.
© HORIA DAMIAN - The Hill (1976) Plaza de Seagram's Building, 1976. Nueva York
Horia Damian nace en Bucarest en 1922, y pronto comenzará a destacar por sus trabajos llegando a realizar alguna exposición individual en su país. No fue hasta el año 1946 cuando el artista abandona Rumanía, debido a la delicada situación que vivía su país, como consecuencia de un régimen que había durado mucho tiempo. Tras finalizar el régimen de Ion Antonescu, que había sumido al país en un régimen legionario de derechas, el país se veía en manos de la influencia soviética, un contexto desfavorable para poder ejercer en libertad cualquier expresión artística. Horia Damián se traslada a Paris, gracias a una beca y pronto comenzara a estudiar junto con autores como André Lhote y Fernand Léger.
Tras esta influencia del arte abstracto, Horia Damian comienza a realizar nuevas obras en la década de los 50, pero no encuentra un estilo con el que realmente se sienta identificado. Tras destruir muchas de sus obras, en los años 60 y 70, el artista comienza a realizar un trabajo que evoluciona de lo gestual a lo geométrico. Una evolución que le lleva a buscar la perfección de las formas, a través de lo monumental, y qué marcará para siempre su producción.
© HORIA DAMIAN - GALAXY. Project for a monument in Houston, Texas, 1972
Fue quizás a partir de sus trabajos “Galaxy” o “The Hill”, uno realizado en Houston y otro encargado por el Guggenheim Museum de Nueva York, cuando el artista comienza a crear un universo propio, basado en la monumentalidad de lo sagrado, donde la geometría y un cierto grado de misticismo, le permitían trascender más allá de la materia y del propio objeto de arte. Se trataba de una nueva forma de relacionarse con el público, abandonando el papel de artista, para dejar paso a una sensibilidad universal que conectará de forma directa con todo individuo.
El trabajo de Horia Damian, se puede ver actualmente en una exposición en la Galería berlinesa Plan B, hasta el 15 de junio de 2019. Se trata de la segunda exposición de este artista en la galería, incluyendo en esta ocasión una amplia selección de dibujos, pinturas y esculturas de diferentes etapas de su trayectoria, que abarcan desde la década de los 50 hasta el año 2000. Una oportunidad única para acercarse a la compleja e interesante obra de este peculiar artista rumano.
Eduardo Álvarez | Madrid | 8 de Mayo 2019