BOLARDOS EN MI CIUDAD

Desde hace ya unos años la amenaza terrorista ha hecho que cambiemos nuestra forma de vida, desde coger un avión hasta dar un simple paseo por la calle. Ya nada se hace como se hacia antes. La imprevisión y los modos de actuar de los terroristas, han fomentado que las ciudades más importantes del mundo se llenen de grandes masas de cemento para defendernos del sinsentido.

A mi me parece bien que si nuestra seguridad depende de la proporción de cemento y arena que juntemos por metro cuadrado, pues adelante, pero invito a reflexionar sobre el neutralismo que ya están padeciendo nuestras ciudades, en cuanto a identidad y estética de cada una de ellas. Cualquier observador despierto que haga un análisis topográfico de su ciudad, se dará cuenta que algo ha cambiado. Las reacciones no se han hecho esperar, en algunas ciudades del mundo como en la ciudad Australiana de Melbourne algunos artistas comenzaron a fijar su atención y a intervenir ante la presencia de esas nuevas formas en hormigón que aparecían en las calles principales de su ciudad. A través del hastag #bollart, comenzó una movilización en redes sociales, que convocaba a los artistas a decorar esas formas extrañas que habían aparecido en la ciudad. Algunos artistas se pusieron manos a la obra para recuperar en su ciudad el color, y el sentido estético, para recuperar así la sensación civilizadora de libertad y tranquilidad. Uno de los artistas partidarios de #Bollart, Grant Taylor, incluso publicó las dimensiones de los bolardos en la red para aquellos que desearán diseñar sus propias cubiertas de #bollart. Finalmente parece que los responsables de seguridad de Melbourne, no sabemos si muy contentos con la idea, se manifestaron muy neutrales ante la iniciativa, incluso parece que retirando alguna de ellas. En un comunicado oficial afirmaron que eventualmente los bolardos serían sustituidos por barreras siempre retráctiles. Supongo que los futuros teóricos sobre el desarrollo del ecosistema arquitectónico de las ciudades posmodernas del siglo XXI tendrán que detenerse en esta época y no se si llamarla de alguna forma extraña, pero si por lo menos analizar como una ciudad cambia y se pliega ante una constante amenaza a la libertad.

Eduardo Álvarez | Madrid | 12 de septiembre 2017

 

 

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